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jueves, 21 de noviembre de 2024

Artículo de Opinión: “El hambre como herramienta de dominación”- Lisandro Prieto

 “El mago hizo un gesto y desapareció el hambre, hizo otro gesto y desapareció la injusticia, hizo otro gesto y se acabó la guerra.

 El político hizo un gesto y desapareció el mago.”

 

Woody Allen

Tal vez muchos de los que estén leyendo esto no tienen la menor idea de lo que es sentir hambre, pero hambre de verdad. No se trata simplemente de la manifestación fisiológica propia del cuerpo cuando han pasado muchas horas desde la última ingesta de alimentos, sino algo peor, que remite a la desesperación que emana de la insondable fuente de injusticia en la que estamos inmersos. Hace dos mil y pico de años, en alguna montaña de Medio Oriente, Jesús de Nazaret habló de “hambre y sed de justicia”, refiriéndose a los bienaventurados que, por pasarla tan mal en este mundo, recibirán su recompensa en el paraíso. Si bien “hambre” y “sed” se utilizan allí como metáforas para expresar una necesidad urgente e inaplazable de justicia, no se refiere estrictamente al sentido legal, sino a uno más amplio que abarca la rectitud moral y ética necesaria para que dejemos de hacernos los ciegos.

Comencemos dando un breve panorama estadístico de la situación. El hambre y la inseguridad alimentaria son problemas críticos a nivel mundial, aunque es evidente que la piña se siente más fuerte en unos costados y no tanto en otros. Según los datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) expuestos en “The State of Food Security and Nutrition in the World 2022” y el Programa Mundial de Alimentos (WFP) en su reporte “Global Report on Food Crises”, aproximadamente 828 millones de personas sufrieron hambre en el año 2021, un incremento aproximado de 250 millones desde el año 2019, debido a una combinación de factores como la pandemia de COVID-19, conflictos armados y los efectos cada vez más graves del cambio climático (FAO, 2022).

Puntualmente, África sigue siendo la región más afectada, con casi una de cada cinco personas enfrentando a diario inseguridad alimentaria severa. La FAO estima que alrededor del 20% de la población en África subsahariana carece del acceso adecuado a alimentos, con un aumento de casi el 6% desde el año 2019 (FAO, 2022). En Asia, aunque hubo avances, cerca del 9% de la población sigue sin tener acceso a una alimentación adecuada. Los países del sur de Asia, especialmente la India, Pakistán y Bangladesh, enfrentan todavía altos índices de desnutrición infantil y carencias alimentarias crónicas (WFP, 2022). Por su parte, en Hispanoamérica y el Caribe, la inseguridad alimentaria se ha incrementado considerablemente en los últimos años. Se estima que más de 56 millones de personas en esta región experimentaron hambre en 2021, debido en parte a crisis económicas, desigualdades sociales y crisis políticas en países como Venezuela y Haití (FAO, 2022).

Evidentemente, el hambre es un problema multidimensional que involucra no sólo la falta de acceso a los alimentos básicos, sino también a inconvenientes de distribución, desigualdades económicas y factores preponderantemente políticos. Tampoco podemos hacernos los ciegos respecto del cambio climático, por ejemplo, que ha tenido un efecto devastador en la producción agrícola, evidenciándose en sequías interminables, inundaciones y patrones climatológicos irregulares que afectan a países con poca infraestructura para adaptarse a dichos cambios. Adicionalmente a todo lo anteriormente enumerado, tenemos que tener en cuenta que los conflictos armados en países como Siria, Yemen y Etiopía han desplazado a millones de personas, exacerbando la escasez de alimentos y elevando los índices de hambre en las comunidades implicadas.

Ahora es preciso que nos preguntemos ¿qué rol juegan los gobiernos? O mejor, ¿qué tiene que ver el hambre con la existencia de dinámicas de poder reales que propician las hambrunas? Todos sabemos que el hambre y la inseguridad alimentaria están profundamente entrelazadas con las políticas de los gobiernos, tanto de las potencias mundiales como de los mal llamados “periféricos”, puesto que juegan un papel fundamental en la perpetuación intencional  del problema que hoy nos convoca. 

Para que podamos comprender cómo se configura esta relación, es esencial que primero examinemos los aspectos políticos y económicos que contribuyen al genocidio mediante hambre a nivel global. En una primera instancia, tenemos que mencionar a las políticas agrícolas, que en muchos países desarrollados están diseñadas para beneficiar a grandes corporaciones mediante subsidios que favorecen la producción masiva de ciertos cultivos como el maíz y la soja. Pues bien, estos aportes económicos al precitado sector productivo suelen distorsionar los precios globales, lo que dificulta bastante a los pequeños agricultores de países en vía de desarrollo competir en el mercado. Esta práctica, junto con la liberalización de los mercados en países emergentes, ha generado que la producción local de alimentos se vuelva menos rentable, llevando a muchos agricultores a abandonar sus tierras o a cambiar sus cultivos tradicionales por monocultivos de exportación.

Este tipo de políticas no nacen de un repollo, o una col de Bruselas, ni mucho menos de una lechuga,  sino más bien de instituciones concretas como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, que han impulsado a muchos países pobres a adoptar medidas de extrema austeridad y privatización. Estas políticas, que se implementan bajo la promesa de fomentar el crecimiento económico, a menudo resultan en recortes en los servicios públicos y en la reducción de inversiones específicas como agricultura, educación y salud. Evidentemente, esto afecta directamente la capacidad de estos países para asegurar el acceso a la alimentación para toda la población, puesto que el ajuste estructural que implica la apertura de los mercados a la competencia extranjera afecta negativamente a los productores locales, quienes ven cómo sus productos van siendo desplazados por importaciones mucho más “atractivas”, o sea, baratas.

Los conflictos armados también son parte del problema, sobre todo en Medio Oriente y África Subsahariana, ya que no solo causan desplazamientos masivos, sino que también destruyen infraestructuras críticas para la producción y distribución de alimentos. En lugares como Yemen, Siria y Sudán del Sur, los gobiernos y los grupos armados han utilizado el hambre como un arma de guerra, bloqueando el acceso a alimentos y agua potable como también la ayuda humanitaria, con el fin de someter a las poblaciones.

Al parecer, empobrecer y hambrear a un país, no es tan difícil como nos quieren hacer creer, puesto que muchos países en vías de desarrollo están atrapados en una telaraña que implica el ciclo de deuda externa que limita siempre su capacidad de invertir en seguridad alimentaria. La deuda, contraída a menudo con condiciones estrictas, obliga a los países a destinar una parte significativa de sus recursos al pago de los intereses de la misma, en lugar de invertir en el desarrollo sustentable o en mejorar la infraestructura educativa y agrícola. Esta dinámica perversa, tan común en estas latitudes, perpetúa la dependencia de estos países hacia las naciones más ricas, que controlan los flujos de ayudas y financiamiento, y que a menudo dictan cómo deben ser las políticas de sus socios endeudados.  Otro factor crucial en este contexto es la conducta de ciertos gobernantes corruptos que, buscando beneficios personales, comprometen los recursos del país mediante la toma de préstamos que saben perfectamente que no podrán pagar. Estos líderes mediocres y delincuentes, al priorizar el porcentaje que les corresponde a ellos por endeudar su país, agravan severamente la dependencia financiera y dejan a la nación atada a pagos de deuda que ahogan por décadas a su economía, limitando la inversión en producción alimentaria y desarrollo: con esta recetas, las arcas nacionales quedan prácticamente vacías, mientras la carga de intereses de la deuda recae en sucesivas generaciones de la población, perpetuando el ciclo de pobreza y hambre.

Respecto a las desigualdades que se producen en las campañas de “ayuda” internacional, nos queda decir que si bien estas entidades buscan aliviar las crisis alimentarias en los lugares más afectados, a menudo estas contribuciones están condicionadas y responden a intereses políticos de los países donantes. Además, la asistencia no siempre llega a los más necesitados: en muchos casos, la ayuda alimentaria sirva para consolidar alianzas políticas o para influir en la economía y la política de los países receptores, teniendo efectos devastadores a largo plazo, puesto que se desincentiva la producción local y se aumenta la dependencia en lugar de resolverse las causas subyacentes del hambre.

Procedamos ahora a pensar críticamente desde la filosofía este problema tan acuciante. El hambre en el mundo no es solo un problema de falta de alimentos, es también una manifestación de la profunda inequidad estructural que caracteriza a nuestras sociedades. En su obra “Pobreza y hambrunas” (1981), Amartya Sen planteó que el hambre no es necesariamente resultado de la escasez, sino de la falta de acceso a los alimentos. Según Sen, los sistemas de derechos de propiedad y las estructuras de poder determinan quién tiene acceso a los recursos, y son estas mismas estructuras las que crean las condiciones del hambre. Generalmente, los individuos en situación de pobreza extrema carecen de derechos de propiedad suficientes para asegurar su subsistencia, lo que los convierte en víctimas de sistemas económicos y políticos que priorizan el capital por encima de la dignidad humana.

Por su parte, Thomas Pogge en su obra “Pobreza mundial y Derechos Humanos” (2008), señala que los países más ricos contribuyen a la perpetuación del hambre al imponer políticas comerciales y sistemas de deuda que explotan a las naciones más vulnerables. Para Pogge, el hambre es una forma concreta de violencia estructural, una consecuencia inevitable de un sistema global que le da prioridad a las ganancias de unos pocos sobre las necesidades de muchos. Su propuesta, en pocas palabras, es clara: para combatir el hambre, se requiere de una reforma profunda de las estructuras de poder a nivel global.

Zygmunt Bauman, en su análisis de la modernidad líquida, examinó también cómo la lógica del consumo ha transformado nuestras relaciones y valores, generando un mundo donde la solidaridad se ha convertido en una preocupación secundaria. Asimismo, Bauman describió cómo el sistema capitalista ha impulsado la mercantilización de todo, incluido el bienestar humano. En este contexto, el hambre se convierte en un problema invisible para aquellos que están en posición de privilegio, ya que la atención se centra en el consumo personal y en la situación individual de cada cual. En otras palabras, la modernidad líquida fomenta la indiferencia hacia el sufrimiento ajeno, permitiendo que la inequidad siga aumentando.

Desde un punto de vista estrictamente ético, Martha Nussbaum propone en su teoría de la capacidad que todos los seres humanos deben tener la oportunidad de llevar una vida digna, lo cual incluye evidentemente el acceso a los alimentos adecuados. Concretamente, en su obra “Fronteras de la justicia” (2006), sostuvo que una sociedad justa es aquella que permite a todos sus miembros desarrollar sus capacidades básicas, entre las cuales se encuentra la alimentación y la salud (si se me permite una intrusión, yo incluiría de manera indisociable, también, a la educación de buena calidad).Nussbaum ha criticado también la falta de voluntad política para asegurar que las precitadas necesidades estén cubiertas universalmente, por lo que nos advierte que la pobreza y el hambre no solo reflejan fallas en la economía, sino también en la ética y en la política, que deben ser abordadas mediante políticas de desarrollo que garanticen el acceso masivo a los recursos básicos.

A la luz de lo expuesto anteriormente, es preciso que pensemos al hambre como una injusticia social profunda, arraigada en un sistema que permite que unos pocos tengan todo mientras que millones carecen de lo necesario para sobrevivir. Los autores que hemos citado coinciden en que la solución al hambre no se encuentra en la provisión de alimentos, sino en una reestructuración del orden social, económico, político y ético que rige nuestro mundo. Abordar el hambre exige un compromiso moral y político con la idea de equidad, intentando materializarla mediante acciones globales orientadas a la transformación de las estructuras de poder que se benefician de la exclusión y la pobreza, mientras dicen combatirlas.


Lisandro Prieto Femenía
Docente. Escritor. Filósofo
San Juan - Argentina



Asesores de Presidenta de la CCSS costaba aproximadamente ¢20 millones de colones mensuales

 




Dentro de los asesores personales destaca el nombre de la exministra de Salud Joselyn Chacón M .

La Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS) destinaba ¢20 millones mensuales para cubrir los salarios de los seis asesores de confianza y el chofer de Marta Esquivel Rodríguez, presidenta ejecutiva de la institución. Tres de estos funcionarios aún se desempeñan en sus puestos, pese a que un juez penal suspendió a la jerarca por seis meses debido al Caso Barrenador. Los restantes nombramientos ya concluyeron, entre ellos el de Joselyn Chacón Madrigal, la exministra de Salud, quien devengaba casi ¢3 millones.

El sueldo más alto de todo el equipo asesor lo recibe Ana Laura Ávila Bolaños, quien se desempeña como jefa de despacho de Esquivel. La CCSS le gira mensualmente ¢4.185.571. Su nombramiento concluye el 8 de mayo del 2026, fecha en la que finaliza la administración actual, del presidente Rodrigo Chaves Robles.

Los otros dos funcionarios que permanecen en estos puestos de confianza son la asesora Angeline Badilla Berrocal, cuyo salario es de ¢2.992.597, y el chofer Guillermo Álvarez Guasch, con una remuneración ¢996.055.

Los otros cuatro asesores, cuyos nombramientos acaban de vencer este mes, ganaban ¢2.992.597. Se trata de la exministra Joselyn Chacón, Andrea Alvarado Vega, Ana Patricia Franceschi Rey y Eugenia Guevara Chaves.

Esta información fue comunicada por Walter Campos Paniagua, jefe de la Dirección de Administración y Gestión de Personal de la CCSS, a raíz de una consulta de la diputada Andrea Álvarez Marín, del Partido Liberación Nacional (PLN). El sueldo reportado de Esquivel es de ¢5.488.764.

En total, la CCSS aún debe dedicar ¢8.174.224 al mes para pagar el sueldo de los tres funcionarios que están bajo las órdenes directas de Marta Esquivel. La jerarca fue suspendida el pasado 10 de octubre, por orden del Juzgado Penal de Hacienda y Función Pública.

Fuente : Periódico La Nación


Clausurado: Trabajos en Centro de Alto Rendimiento Cartaginés

 


El día de hoy personal de Noti Digital se apersonó al terreno dónde el Club Sport Cartaginés construirá su centro de alto rendimiento. Para nuestra sorpresa el mismo posee los sellos de clausurado impuestos por la Municipalidad de Cartago.

Se desconoce la causa por la que haya sido emitida la orden municipal. 

Al club de la vieja metrópoli se le ha dificultado dar continuidad a este proyecto. Recordemos que hace unas semanas por motivo de fuertes vientos, el techo del sector sombra del estadio "Fello Meza" fue desmantelado obligando a la dirigencia a priorizar su reparación y dejando suspendidas las obras en el centro de alto rendimiento. 

Así luce actualmente el terreno dónde se pretende construir el CAR brumoso.










Artículo de Opinión: Los efectos nocivos de la cultura conspirativa postmoderna”– Lisandro Prieto Femenía

 “En una época de engaño universal decir la verdad es un acto revolucionario”

George Orwell

 

Hoy queremos invitarlos a reflexionar sobre el inmerecido y notable protagonismo que han ganado las teorías conspirativas en nuestros días, especialmente en la era digital, donde la información – y, lamentablemente, la desinformación- circula de manera inmediata y global. Consideramos que es necesario pensar sobre esta tendencia creciente y examinar por qué muchas personas parecen inclinarse hacia explicaciones espectaculares e irracionales en lugar de recurrir al conocimiento científico disponible.

 

Tengamos que cuenta que desde una perspectiva filosófica no servil a las modas, es crucial establecer la diferencia entre ciencia y pseudociencia, entre verdad y mentira, entre razón y mito, por lo que buscaremos exponer estas diferencias y criticar la proliferación de información falsa, intentando demostrar cómo el conocimiento de las teorías conspirativas es, en el mejor de los casos, entretenimiento, y no una forma válida de aprendizaje.

 

El primer paso en esta reflexión es intentar entender qué distingue a la ciencia de la pseudociencia, motivo por el cual es necesario remitirnos a Karl Popper, uno de los epistemólogos más influyentes del siglo XX, quien dedicó gran parte de su obra a diferenciar entre ambos conceptos. Según él, el criterio fundamental de una ciencia es la “falsabilidad”, es decir, la posibilidad de que una teoría pueda ser refutada mediante la observación o experimentación. Contrariamente, las teorías conspirativas se construyen sobre ideas que no pueden ser refutadas, ya que están diseñadas para absorber cualquier crítica como una prueba de la conspiración misma: este círculo cerrado de justificaciones absurdas es una señal clara de pseudociencia.

 

Desde un punto de vista estrictamente filosófico, el problema de la verdad y de la mentira ha sido motivo de discusión desde tiempos de Platón, quien ya denunciaba en su obra “La República” la influencia corruptora que tiene la “mentira noble” en la sociedad. Recordemos brevemente que en la filosofía platónica “episteme” se traduce comúnmente como “conocimiento” o “ciencia” y se refiere a un tipo de conocimiento objetivo y racional, que se alcanza a través del ejercicio de la razón: este conocimiento es el de las “Ideas”, o “Formas”, que para Platón representan la verdadera realidad. Por otro lado, nos encontramos con la “doxa”, que se traduce como “opinión” o “creencia”, y se refiere a las percepciones comunes que los individuos tienen sobre el mundo sensible, el mundo de las apariencias: según Platón, este conocimiento es provisional, incierto y muchas veces engañoso, porque la opinión es cambiante y sujeto a la corrupción, tornándose en un conocimiento inferior, limitado y excesivamente subjetivo, que no alcanza la verdad.

 

En pocas palabras, la diferencia entre “conocimiento” y “opinión” en Platón no es simplemente un debate entre conocimiento verdadero o falso, sino que resalta la importancia de distinguir entre lo que es genuinamente verdadero y lo que simplemente parece serlo. Esas “mentiras nobles” de las que nos hablaba el gran Platón no es más que la propaganda (antítesis del conocimiento profundo y racional), la cual permite que las creencias falsas se propaguen  y que las personas se aferran a ellas, dificultando la construcción de una sociedad informada y, en última instancia, más justa: no es casual que haya una terrible coincidencia entre los amantes de contenidos conspirativos y los amantes de los chismes y la difamación.

 

Posteriormente, en la era moderna, pensadores como Immanuel Kant sostuvieron que la mentira es siempre moralmente inaceptable, pues destruye la base misma de la confianza necesaria para el conocimiento compartido. Todo esto es comprensible si revelamos que las teorías conspirativas prosperan en un clima de desconfianza hacia el conocimiento establecido y muchas veces retuercen los hechos y tergiversan la información, intentando reemplazar la verdad con una narrativa simplificada y falsa. Este fenómeno es especialmente problemático en una era donde el pensamiento crítico es más necesario que nunca, ya que la capacidad de discernir entre verdad y falsedad es fundamental para resistir a la seducción de explicaciones fáciles y cuestionar las narrativas simplistas que ofrecen miles de youtubers delirantes alrededor del mundo.

 

"La mentira, bajo cualquier pretexto que sea, degrada a quien la usa" (Kant, 1785, “Fundamentación de la metafísica de las costumbres”).

 

Actualmente, las principales responsables de la proliferación de mentiras disfrazadas de teorías científicas son las redes sociales, las cuales le abren las puertas al mundo de la comunicación y divulgación a hordas gigantes de trastornados a los que les aburre estudiar ciencia. La velocidad y el alcance de la información falsa es realmente alarmante, y muchas veces estas plataformas priorizan el contenido sensacionalista sobre el veraz: cuando usted, querido lector, escuche la frase mágica “lo vi en YouTube”, es pie para que huya de ahí inmediatamente.

 

Al respecto, Hannah Arendt nos alertó sobre los peligros de una sociedad que ya no puede distinguir entre hechos y ficciones. Este nivel de desinformación tiene consecuencias graves para la cohesión social y para el sentido de “comunidad” basado en un conocimiento compartido por todos. Cuando las teorías conspirativas se presentan como verdades alternativas, lo que se está socavando es el diálogo informado, mientras se disminuye el valor de la educación científica y del pensamiento crítico.

 

"El resultado de un reemplazo constante de la verdad con mentiras sistemáticas no es que las mentiras se acepten como verdad, sino que ya no existe la confianza en nada en absoluto" (Arendt, 1951, “Los orígenes del totalitarismo”).

 

Por lo anteriormente expuesto, es importante que comprendamos que el conocimiento de las teorías conspirativas puede ser visto como una forma de diversión, una narrativa en la que muchas personas encuentran emoción: sí, lo reconozco, es gracioso y entretenido pensar que alienígenas construyeron las pirámides de Egipto, pero de ahí a pensar que es remotamente posible, me podría llevar a rincones muy oscuros de la ignorancia, que siempre es atrevida. Es fundamental recordar que el entretenimiento no siempre se convierte en aprendizaje, y que la adopción de estas teorías sin cuestionamiento crítico puede tener graves repercusiones.

 

Un claro ejemplo de extrema gravedad es el movimiento anti-vacunas a nivel mundial, puesto que las consecuencias de semejante campaña de desinformación atenta directamente contra la vida y la supervivencia de los seres humanos en general. Dicho movimiento ha ganado fuerza especialmente en la última década y se basa, en gran medida, en teorías conspirativas y en la desconfianza hacia la ciencia médica. Sus defensores sostienen, entre tantas pavadas, que las vacunas son peligrosas y que, en lugar de prevenir enfermedades, pueden causar graves efectos secundarios, llegando incluso a vincularse falsamente con niveles de autismo. Este tipo de ideas, propagadas ampliamente a través de redes sociales y sitios web de dudosa procedencia, han generado un rechazo hacia la vacunación en algunos sectores de la población, derivando ello en problemas sustanciales corroborados en el sistema público y privado de salud.

 

Esta cuasi-teoría anti vacunas tuvo uno de sus inicios notorios en el año 1998, cuando el médico Andrew Wakefield publicó un estudio en “The Lancet” que sugería una relación entre la vacuna triple viral (MMR) y el autismo. A pesar de que el estudio fue rápidamente desacreditado por la comunidad científica a la vez que se le quitó la habilitación a Wakefield para ejercer la medicina por fraude y mala praxis, la idea ya había calado profundamente en un imaginario colectivo debilitado por la sistemática estupidez sembrada por los medios masivos de comunicación.

 

Concretamente, la investigación delirante de Wakefield carecía de evidencia suficiente y fue criticada por carecer de rigor metodológico, algo esencial para la ciencia, como referenciamos en Karl Popper cuando él enfatizó que “las teorías científicas deben ser falseables” (Popper, 1963, “Conjectures and Refutations”).

 

Ahora bien, las consecuencias de este tipo de desinformación banal, que alimenta a gente poco crítica que en su vida leyó una página entera de un libro, son profundamente graves. En las últimas décadas, hemos visto resurgir enfermedades que estaban prácticamente erradicadas en algunas partes del mundo gracias a las campañas de vacunación masiva, como por ejemplo el sarampión. Según la OMS, entre el año 2010 y 2020, los brotes de sarampión han aumentado drásticamente en varias regiones del planeta, especialmente en comunidades con bajos índices de vacunación: este resurgimiento ha causado cientos de muertes y ha puesto en riesgo la salud de las personas, sobre todo de inmunocomprometidos, niños y ancianos que dependen de la inmunidad de grupo para protegerse de estas enfermedades, demostrándose así que la pereza intelectual puede costarnos bastante caro.

 

Justamente por ello citamos anteriormente a Hannah Arendt, porque ella destacó la importancia de vivir en una “sociedad basada en la confianza en las instituciones”  para el funcionamiento del conocimiento compartido y la cohesión social (Arendt, 1951, “Los orígenes del totalitarismo”). El movimiento anti-vacunas socava explícitamente esta confianza en las instituciones de salud y en la ciencia médica, promoviendo una visión distorsionada en la que se percibe a las farmacéuticas, los médicos y los investigadores como parte de una supuesta conspiración contra la población. Ahora bien, si hacemos cuentas, la cantidad de personas salvadas por dementes divulgadores de estas teorías es abismalmente menor que las vidas recuperadas por gente que sí estudió.

 

La expansión de estas teorías también ha logrado erosionar la relación que existe entre las personas y el conocimiento científico, haciendo que se convierta en una herramienta política y emocionalmente cargada de confusión, en lugar de ser una fuente de información confiable al servicio del conocimiento. Esto coincide con las advertencias que nos ofreció Carl Sagan, quien afirmaba que “la pseudociencia prospera en la falta de escepticismo y en la fe ciega en ideas que simplemente suenan bien” (Sagan, 1995, “El mundo y sus demonios”) o, en criollo, que la mentira reina cuando se suspende el juicio crítico.

 

El problema, amigos míos, es que cuando se ignora el conocimiento basado en evidencia y se siguen teorías infundadas, las decisiones que se toman afectan no sólo a los perezosos que las creen, sino a toda la sociedad. Por ejemplo, los padres que deciden no vacunar a sus hijos, no solo ponen en riesgo a sus propias familias, sino también a quienes no pueden vacunarse debido a razones médicas bien fundadas. Los efectos negativos se ven amplificados en entornos comunitarios, donde la falta de vacunación puede llevar a brotes generalizados, como se ha visto en diferentes retornos de sarampión, difteria y otras enfermedades totalmente prevenibles por vacunas.

 

El caso puntual del movimiento antivacunas es simplemente un recordatorio de la importancia que tiene saber distinguir entre conocimiento real y desinformación, entre ciencia y payasada sin fundamentos. Al entender que las teorías conspirativas pueden resultar en graves consecuencias para la salud pública y para la estabilidad social, se hace claro por qué es fundamental basarse en evidencia científica al tomar decisiones cotidianas. Nuestra comunidad debe resistir a la tentación de las explicaciones triviales y, en cambio, valorar la ciencia como un proceso continuo de aprendizaje y mejora, confiando en la información que proviene de fuentes rigurosas y verificadas.

 

Si queremos apuntar a una humanidad menos idiota y más solidaria, debemos reafirmar el valor de la ciencia y la importancia de buscar explicaciones basadas en evidencias contrastables por la razón. Al estudiar las causas de los eventos con el conocimiento contrastado disponible, en lugar de recurrir a atajos mentirosos y perezosos, podemos cultivar una visión del mundo mucho más rica y fundamentada en la verdad, algo que en la postmodernidad causa alergia a muchos, pero salva millares de vidas a diario.



Lisandro Prieto Femenía
Docente. Escritor. Filósofo
San Juan - Argentina



lunes, 18 de noviembre de 2024

Ministerio de Hacienda realizará el pago de Aguinaldos. Quiere saber cuándo y de que forma?

 




En la información suministrada destaca el porcentaje distribuido del pago, asignándose un 73% a las personas funcionarias de los ministerios, órganos desconcentrados, Asamblea Legislativa, Poder Judicial, Defensoría de los Habitantes, Tribunal Supremo de Elecciones y la Contraloría General de la República.

El restante 27% corresponde a las pensiones con cargo al presupuesto nacional.

Artículo de Opinión: ¿Puede la muerte darle sentido a la vida?- Lisandro Prieto Femenía

 

La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene

 José Luis Borges

Todos vamos a morir, tarde o temprano, ¿qué novedad, verdad? Aunque parezca una afirmación obvia, la mayoría de los mortales vivimos haciendo todo lo posible por esquivar dicho suceso por varios motivos. Pues bien, hoy reflexionaremos sobre la finitud como aspecto constitutivo de una vida plagada de posibilidades y cuya única imposibilidad de todas ellas, es la muerte: la consciencia de finitud es, para la filosofía, el comienzo de una vida con sentido.

Martin Heidegger planteó en su obra “Ser y Tiempo” que la conciencia de la muerte es fundamental para comprender la naturaleza del ser humano. Para él, la vida auténtica es aquella que asume la finitud, reconociendo la muerte como una posibilidad siempre presente y cierta, pero indefinida en su momento. Este “ser-para-la-muerte” que somos, no implica una visión pesimista, sino un llamado a vivir de manera significativa y auténtica, tomando decisiones que reflejen nuestros valores más profundos.

A través de esta perspectiva, Heidegger pretende hacernos comprender que la vida tiene sentido cabal cuando asumimos su carácter de precariedad y fugacidad. No se trata de una obsesión morbosa, sino de un medio para alcanzar una vida auténtica: al reconocer la inevitabilidad de la muerte, el Dasein (nosotros, el “ser-ahí”, es decir, somos el “ahí” del tiempo)  puede vivir con “sentido de urgencia” y con propósito, valorando cada instante y cada elección que tomamos como una oportunidad para expresar nuestra verdadera esencia.

“La muerte es una posibilidad de ser que el Dasein mismo tiene que asumir en cada caso. Con la muerte, el Dasein se encuentra en una posibilidad insuperable, que no puede ser rebasada” (Heidegger, 1927/2015, p. 284).

La finitud también ha sido abordada por Jean-Paul Sartre, que nos habla de la “náusea” que surge en el instante de enfrentarnos con la realidad de una existencia sin propósito inherente. Para Sartre, la finitud implica que somos totalmente responsables por dar significado a nuestras vidas, en un mundo que no lo tiene por defecto. 

Recordemos brevemente que “La náusea” es fundamental para entender su visión sobre la existencia y el absurdo de la vida. En esta novela filosófica, Sartre describe cómo su protagonista, Antoine Roquentin, experimentaba ese sentimiento al darse cuenta de la carencia de sentido intrínseco en la vida. Esta percepción de la existencia como algo contingente y sin propósito propio refleja la esencia de su existencialismo, donde el individuo es el responsable de crear su propio sentido.

 “La Náusea no está en mí; yo la siento allí, en la pared, en los tirantes, en todas partes alrededor de mí. Esta Náusea es yo mismo” (Sartre, 1938/2003, p. 185).

Como podemos apreciar en el pasaje citado, la náusea es una revelación del absurdo y la contingencia de la vida, es decir, una experiencia directa de su propia existencia y no algo separado de él. Puede sonar fatal y pesimista, pero es realmente un llamado a la acción y a la asunción de la temporalidad como parte constitutiva de nuestro ser: moriremos, tenemos que vivir, y tenemos que decidir por qué, cómo y para qué hacerlo.

Por su parte, Albert Camus exploró la idea del “absurdo”, donde la vida, en su fugacidad, parece desprovista de sentido. Sin embargo, es precisamente esta falta de sentido lo que lleva a Camus a afirmar la importancia de vivir con pasión y rebeldía. Tengamos en cuenta que dicho absurdo se constituye en la tensión entre nuestra búsqueda innata de sentido y el silencio abrumador e indiferente del universo. Concretamente, en su ensayo “El mito de Sísifo”, Camus plantea que el hombre se enfrenta a la inevitabilidad de la muerte en un mundo que no ofrece respuestas claras sobre el propósito de la vida: la única manera de enfrentar este absurdo es reconocerlo y, en lugar de rendirse en la desesperación, no invita a adoptar una postura de rebelión. Asimismo, la idea de vivir plenamente implica aceptar la finitud sin intentar evadirla a través de falsas esperanzas o ilusiones.

“No hay sino un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no vale la pena de ser vivida es responder a la pregunta fundamental de la filosofía” (Camus, 1942/2017, p. 23).

La cita anterior puede prestarse para malos entendidos, por lo cual tenemos que detenernos allí un segundo. Camus considera al suicidio como la expresión máxima de negación de la vida frente al absurdo, pero, en lugar de optar por este camino, propone una vida de conciencia plena, aunque duela. Su respuesta al absurdo es la rebelión, la revolución: elegir vivir con intensidad y crear nuestro propio propósito. Eso sí, amigos míos, esta aceptación del absurdo no implica resignación, sino más bien una apertura a vivir con un sentido de libertad y autenticidad, celebrando la vida tal como es, a pesar de su brevedad y aparente falta de significado.

“El absurdo nace de la confrontación entre el llamado humano y el silencio irracional del mundo” (Camus, 1942/2017, p. 28).

Si vamos a intentar pensar la finitud y el sentido de la misma, no podemos evadir a Kierkegaard, aunque anterior a Heidegger, también anticipó algunos de estos asuntos al reflexionar sobre la angustia y la desesperación. Para él, la finitud de la vida es una fuente de ansiedad, pero también una convocatoria a encontrar lo eterno en lo temporal. Kierkegaard sostuvo que la conciencia de nuestra mortalidad debería impulsarnos a vivir con mayor intensidad y autenticidad.

En su obra “El concepto de la angustia”, Kierkegaard describe este sentimiento como una experiencia existencial que surge al contemplar la libertad y la finitud: para él, la angustia no es simplemente tener miedo a algo específico, sino una confrontación profunda con la libertad y el vacío de significado inherente a nuestra existencia. Este “confrontar” implica que el individuo se pare frente a sus limitaciones y, al mismo tiempo, a la posibilidad de trascenderlas, por lo que la angustia se experimenta cuando reconocemos que tenemos libertad de elegir, y con ella el peso de la responsabilidad de darle sentido a nuestra existencia. Esta libertad, combinada con la finitud, nos obliga a contemplar nuestra propia existencia y enfrentar la posibilidad de vivir con autenticidad o de sucumbir a la desesperación.

“La angustia es el vértigo de la libertad, que aparece cuando la libertad se vuelve hacia sí misma y trata de agarrarse a la finitud para no ahogarse en ella” (Kierkegaard, 1844/2013, p. 80).

Aquí, Kierkegaard descubre cómo la finitud no sólo produce angustia, sino también una urgencia de encontrar algo eterno, algo que trascienda lo efímero de la vida: vista así, la angustia no es algo negativo, sino una invitación a otorgarle un sentido trascendente a una existencia bañada de temporalidad y teñida permanentemente por lo pasajero. O acaso, pregunto ¿por qué la gente se jura amor de por vida? Independientemente de que al final en muchísimos casos ese juramento se destroza, en ese momento concreto, se está intentando inmortalizar un sentido en dos existencias que coexisten. Lo mismo ante la pregunta ¿para qué tener hijos? Esta búsqueda de lo eterno se manifiesta en la idea de “fe”, que para Kierkegaard representa la única manera de trascender verdaderamente la finitud.

Consecuentemente, en su obra “La enfermedad mortal”, Kierkegaard analiza la desesperación como una condición que surge cuando el individuo no se reconcilia con su propia finitud y su responsabilidad de crear un “yo” auténtico. En sus palabras, la desesperación es “la incapacidad de morir” (Kierkegaard, 1849/2009, p. 49), revelando de esta manera cómo nos desesperamos al rechazar la finitud y la contingencia de nuestra existencia. Pero hay más, queridos desesperados, puesto que esta forma de vida no implica simplemente una pérdida de esperanza, sino una incapacidad de encontrar un propósito genuino y auténtico en el contexto de la vida finita.

La lucha de Kierkegaard, que tranquilamente podría ser también la nuestra, se basa en la aceptación de la finitud para encontrar lo eterno en lo temporal: estamos hablando de ese cliché de autoayuda que indica que cada momento con significado es sagrado: el beso del primer amor, el abrazo de un hijo, el orgullo de un padre, el amor de un hermano no son, en absoluto accidentes sino maneras sublimes de enfrentar la mortalidad y de encontrar en esos instantes razones para vivir con dignidad y plenitud.

 “La vida solo puede entenderse mirando hacia atrás, pero debe vivirse mirando hacia adelante” (Kierkegaard, 1843/1992, p. 33).

Por último, acudiremos a Viktor Frankl, quien aborda la finitud desde una perspectiva más esperanzadora. En su obra “El hombre en busca de sentido”, describe cómo la aceptación de la mortalidad y la conciencia de la muerte pueden motivarnos a encontrar sentido en cada momento. Para él, la vida en su carácter de efímera no es un obstáculo, sino más bien una preciosa oportunidad. Aceptar que vamos a morir nos impulsaría a descubrir un propósito personal, incluso en las circunstancias más adversas: esta perspectiva intenta añadir trascendencia a la finitud, invitándonos a vivir de tal manera que dejemos un legado de significado y propósito.

“Nosotros mismos somos los responsables de responder a las preguntas que la vida nos plantea, de cumplir con las tareas que nos asigna” (Frankl, 1946/1985, p. 115).

En fin, queridos lectores, llegados a este punto es momento de preguntarnos: ¿por qué el ser humano evita reflexionar sobre su finitud? Esta negación no es casual ni tampoco inofensiva en absoluto. Eludimos pensar en nuestra mortalidad, quizá porque reconocemos instintivamente que, al hacerlo, nos enfrentamos con nuestra propia vulnerabilidad y fragilidad de todo lo que consideramos “importante”. El temor a la muerte se traduce, claramente, en una evasión constante de nuestra condición finita, que se manifiesta en una vida dominada por lo estúpido, lo efímero y lo superficial. Vivimos como si fuéramos inmortales, postergando siempre lo que es verdaderamente significativo, dejando de lado el auténtico propósito de nuestra existencia y sustituyéndolo por basura trivial y entretenida.

Ya hemos escrito sobre esto, pero el público tal vez se renueva: la banalidad y la trivialidad se han convertido en refugios seguros y confortables para aquellos que prefieren no enfrentar la incertidumbre de la vida y el carácter efímero de su existencia. Nos distraemos con el ruido y la superficialidad, rodeándonos de bienes materiales innecesarios y entretenimientos huecos y fugaces que nos alejan de la posibilidad de sentir la precitada angustia existencial (o sea, pensar, de verdad).

En este sentido, nuestra cultura posmoderna no ha hecho otra cosa que desarrollar una verdadera adoración del sinsentido burdo pero divertido, desde el culto a la patética e inexistente “eterna juventud” y la apariencia plástica e inflada con Botox hasta la constante búsqueda de aprobación en las redes sociales. El consumo de estos símbolos vacíos de sentido parece proporcionar una ilusión de permanencia, al menos, de una vida bien gastada mientras que la carcaza aparenta estar bien conservada. Sin embargo, esta superficialidad es sólo una máscara que intenta tapar una realidad mucho más profunda: al ignorar que vamos a morir, eludimos también la responsabilidad de vivir con un sentido auténtico.

El reto filosófico de enfrentar nuestra mortalidad no es, entonces, un llamado a la desesperación, sino a la autenticidad y al propósito: al aceptar nuestra finitud, se abre la posibilidad de vivir de forma más plena, más consciente (o sea, menos vacía, menos sosa), pues reconocemos que nuestro tiempo es extremadamente limitado y que, por ello, debemos aprovecharlo de la manera más significativa posible. Allí se encuentra la libertad, justamente, en la aceptación de nuestros límites, puesto que son ellos los que revelan la capacidad de decisión que tenemos ante la pregunta ¿cómo quiero vivir lo que me queda de vida?

Ante lo anteriormente expuesto, es preciso indicar que el terror a la muerte y a la vejez sólo tendría sentido cuando uno ha pasado por la vida, pero no ha vivido, cuando uno existió sólo para sí mismo y para nadie más, cuando se ha habitado en un lugar, en lugar de morar en un hogar. La desesperación que causa pensar la finitud no se sustenta en el hecho de tener que morir, amigos míos, sino que el terror debería radicar en el hecho de haber vivido en vano.


Lisandro Prieto Femenía
Docente. Escritor. Filósofo
San Juan - Argentina


Naomy Valle deja claras sus intenciones en la pista de baile de MQB!


En su cuenta oficial de Facebook la deportista publicó cuán difícil ha sido llegar a esta etapa de la competencia.


"Voy a darlo todo en la pista, como siempre lo hago en cada reto. Gracias a cada persona que creyó en mí y votó para que este sueño siga vivo. Sigamos juntos hasta el último baile, porque esto apenas comienza. 💖"
"¿Me acompañan hasta la meta?"

La deportista se ha destacado en Costa Rica por su disciplina boxística junto a su hermana Yokasta Valle; no obstante ahora nos presenta otra faceta de su vida, en esta oportunidad desde la pista y no en el ring.




 

sábado, 16 de noviembre de 2024

Fé y Regocijo en la experiencia juvenil Carlo Acutis en la Ciudad de los Niños

 


El pasado 13 de noviembre los jóvenes residentes de la Ciudad de los Niños compartieron una experiencia de fé, amor y regocijo.

El motivo, el recibimiento de la reliquia del Beato Carlo Acutis.

De acuerdo a comunicado de la institución: 

"La actividad para jóvenes católicos, en honor a Carlo Acutis, comenzó con una bienvenida especial: a las 10:30 am, los jóvenes recibieron la reliquia de Carlo en la Ciudad de los Niños, un momento de encuentro y oración. Luego, a las 11 am, todos participaron en un Rosario, pidiendo por la intercesión de Carlo Acutis para que su ejemplo de fe, amor a la Eucaristía y uso positivo de la tecnología inspirara a cada uno de ellos. A las 12 pm, hubo un almuerzo donde los jóvenes compartieron y convivieron. La tarde se llenó de energía y diversión con actividades deportivas y artísticas: se jugaron partidos de vóley y fútbol.

Al final de la tarde, a las 3:30 pm, se hizo una pausa con un café para descansar y compartir experiencias. A las 4 pm, comenzó una adoración animada, donde los jóvenes pudieron rezar y reflexionar en un ambiente de calma y espiritualidad. La jornada concluyó a las 5 pm con la Eucaristía, un momento de encuentro con Jesús en la misa, en la que todos se unieron en oración y agradecieron por el día vivido, cerrando la actividad con alegría y fe renovada, siguiendo el ejemplo de Carlo Acutis".


Sin duda una experiencia y encuentro espiritual que contribuirá al desarrollo vocacional de los jóvenes.


Fuente: Ciudad de los Niños


La ex primera dama Claudia Dobles es la única precandidata inscrita por el PAC

  Así lo dio a conocer el Partido Acción Ciudadana de manera oficial mediante publicación del su Tribunal Electoral Interno.